el arte de vivir
PILAR INSERTIS – El Arte de Vivir – 310 x 400 cms. – Mixta y plomo sobre tela y madera.
"Oscura, desgarrada; 
resquebrajándose en el estruendo de un terrible cataclismo,
la Eternidad se escinde hacia lo lejos; 
se aparta más y más hacia un remoto confín,
dejando tras de sí, igual que un coloso a la deriva, inútiles despojos,
fragmentos de vida, altos acantilados amenazantes,
y en medio un océano vacío e insondable"
William Blake

La obra de Pilar Insertis representa una contribución muy valiosa al mundo del arte, pues promueve la vida humana a una esfera de plenitud donde se pueden oír las voces del espíritu que traen un mensaje de superación, confianza y consuelo. Es también un diálogo incesante entre la apariencia y lo oculto. Ese diálogo misterioso tiene en su activo aquel fulgurante estallido del «acto inicial de partición» que en su explosión generadora creó el universo de la manifestación de «la nada».

Su obra es una desdibujada relación con el mundo de la realidad consensuada, impermanente, dolorosa y un fuerte trazo con lo cósmico, con lo sutil, con lo evanescente, con el aroma de lo ignoto, una oración serena, una meditación reposada, un universo compatible con el desencanto y la búsqueda, una fantasía de soñador creando mundos interactivos para ampliar el grandioso espectáculo de la vida y la aventura de la trascendencia.

No estamos ente unos cuadros hábilmente manchados de variados y atractivos colores cubriendo espacios con formas inteligentemente dibujadas, sino ante obras de arte en el sentido amplio de la palabra. Afirma Kuo Hsi:
«Solamente el insensato puede creer que para pintar basta con adquirir la habilidad de la mano y utilizar el pincel de seda más fino, el lápiz del más bello color negro o el papel de mejor calidad. Únicamente será pintor verdadero quien haya sabido meditar durante años, identificarse con el objeto de su estudio y convertirse en árbol, torrente, hierba, bruma o pájaro. Cuando mi corazón hace eco al universo, cuando he conseguido el acuerdo pleno entre mi espíritu y mi mano, entonces es cuando comienzo a pintar y sobre la seda que mi pincel acaricia están en armonía el cielo, la tierra y el hombre en libertad».
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En su obra podemos reconocer tres elementos: cuerpo, alma y espectáculo. El movimiento desenvuelto, sensible y dinámico de sus manos, se convierte en algo más que en una mera funcionalidad bien entrenada. Es el instrumento de la actividad de la artista inspirada e involucrada en el gran proceso creativo.
Con gran maestría, Pilar ayuda a «lo otro» a emerger de la oscuridad y logra transformarlo en algo tangible y próximo, pero sin privarlo de su propia naturaleza, permitiendo que los distintos componentes del cuadro hablen entre ellos de la textura, del color, de las interacciones, del trabajo por hacer, de la pequeña y de la gran historia, de los sentimientos, de la búsqueda, del simbolismo, del mundo interior y, sobre todo, de la sabiduría.
¿Qué hay en la sabiduría?:
«Un espíritu inteligente, santo, único y múltiple, sutil, ágil, penetrante, inmaculado, cierto, impasible, benévolo, agudo, libre, bienhechor». (Sabiduría 7, 22)
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La obra de Pilar Insertis es un gran espectáculo, basta sentarse cerca de sus cuadros para contemplar el flujo ondulante y continuo del universo de la manifestación: cambios de dimensión, puesta en escena de hombres y animales, formas y objetivaciones de significación atemporal, nobles anhelos y un universo de posibilidades imposibles para los no iniciados. Un hondo sentido de misterio, armonía y progreso viaja por las amplias avenidas de sus cuadros y corona su obra.
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¿Y que ocurre al otro lado del lienzo? Allí está la pintora, el demiurgo silencioso y creador enfrentado al miedo y a la madurez, a la senda y a la realización, a la luz y a la penumbra, a la sabiduría y a la pasión, a la angustia y a la serenidad, explorando caminos que vayan mas allá de lo inmediato, a un mundo sin fronteras, puro, libre, único, no dual, la realidad absoluta, la Vacuidad…
«La forma es vacuidad y la vacuidad es forma […] todas las cosas tienen el carácter de vacuidad, no tienen principio ni fin», afirma el Sütra del corazón.

María Teresa Román
Doctora en Filosofía